En construcción.

Por un instante aceptemos una ficción. Imaginemos que cada uno de nosotros va con un cartel colgado en su pecho que dice: En construcción.
No nos veíamos obligados a emitir conclusiones prematuras.

Cuando nos hablan del PIB tenemos que hacer un esfuerzo muy grande para no deprimirnos con el valor radical de los números.
Sin embargo la tan cacareada crisis nos puede hablar de otras realidades.
Yo desearía que se entendiera esta ponencia como un I + D, Investigación y Desarrollo, surgido desde dentro del Arte y convergiendo hacia lo social.
Deberíamos vivirlo como una opción posible y asumir que una investigación y su desarrollo potencial son un desafío con nosotros mismos y un encuentro con la sociedad que nos contiene y alimenta.
La transversalidad nos convoca desde los discursos de las diferentes especialidades. Escuchemos esa llamada y no dejemos pasar esta oportunidad.

Una oportunidad. ¿Para qué?
Para discernir en el marco de un Congreso inaugural sobre la tarea de esta Academia. Sin modelos que nos disculpen y posterguen nuestra tarea. Con la inquietud necesaria pero asumiendo que el reconocimiento de nuestra Academia dará un lugar de mas exigencia al desarrollo de nuestras profesiones. Aunque sea tan solo para comprobar una vez más que se ama lo que se conoce.

Una Especialidad como la que represento debería tener en esta Academia la autoridad intelectual no solo para poder definir el objeto de estudio sobre el cual centrar su labor, sino también aportar claridad y precisión para ayudar a gestionar técnicamente los procesos para acceder a ese conocimiento.
Si el Arte no habita renovados interrogantes se volverá a apropiar de viejas certezas. No sería buena cosa para los Directores de nuestro tiempo que por urgencias posibilistas o por ansiedad creadora, no se sientan capaces de gestionar las preguntas.
Este Hombre Net que somos, este individuo cada vez mas pegado a los teléfonos y los ordenadores, viaja en un significante tan saturado que acaba siendo vacio. Por eso es fácil comprar Arte como si se tratara tan solo de supervivientes narcisistas. Como si hubiéramos conseguido sobrevivir gracias a la acumulación indiscriminada de mezquindad y narcisismo. La competitividad como sistema de vida para legitimar la confrontación contra todo competidor no debería dar razones como para justificar un proceder alejado de cualquier determinismo ético.
Por esta vía acabamos creyendo y estoy seguro que no deseamos que sea así, que es más y mejor profesional quien más dinero gana o más éxito social obtiene.
La Academia de las Artes Escénicas debe preservar valores no rendimientos. Ni sociales ni fiscales. No correr el riesgo de ser un Sindicato de Actores, ni una Sociedad de Empresario ni una Asociación de Directores. Por otra parte, de todo eso ya hay.
La Academia en su preservación del patrimonio de las técnicas y de la capacidad que de ellas se extraen para gestionar lo artístico, se aleja de las certezas del mensaje social y se acerca si puede al individuo que hace Arte contra viento y marea.
Hay convicciones que tienen que ver con el Arte y responsabilidades que nos impone la vida en sociedad.
No me parece ajena a la tarea de esta Academia, contribuir a controlar cualquier determinismo.
Ayudar a elegir un proceder ético y técnico que salve al Arte de mandatos ajenos y de los intrusismos que acaban siendo una cortina opaca para confundir el rendimiento necesario del trabajo con la excelencia profesional.
La Academia protege la satisfacción de la tarea bien hecha en un entorno definido por la modernidad. Una modernidad muy poco preocupada en los últimos tiempos por la ilustración de los pueblos y muy orientada hacia la búsqueda de una clientela que hay que seducir.
No lo sé si aún estamos a tiempo de pensarnos como herederos de ancestrales batallas. De pronto un actor de nuestro tiempo, que decide no someterse a lo que el poder quiere hacer con su cuerpo. Cuerpos sometidos a las decisiones de aquellos que instalan su subjetividad y la defienden con los cuerpos de los que actúan. En la escena, el cine o la televisión. Cuerpos de hombres y mujeres sometidos sin conciencia de serlo.
Un instante de relámpago ilumina algo y es factible cambiar algo. No solo por indignación, concepto tan actual ante tanta corrupción, sino por coherencia con la historia personal de cada individuo y por la coherencia con la opción vital de cada artista. Se trata de la construcción de su propia subjetividad y no la de asumir lo que otros han construido para uno.
Estamos a tiempo de aprender a respetar nuestros territorios éticos. Esta Academia pude ayudar a conseguirlo. Marcarlos, sembrarlos, regarlos y habitarlos, con la fuerza que nos otorga la historia del Arte, no la historia de las mercancías sometidas a las leyes del mercado.
La responsabilidad de quien dirige desde un supuesto integrador es distribuir y organizar saberes y deseos.
Un añejo criterio nos viene acompañando a lo largo de la misma evolución o involución del Arte: quien mejor dirige es quien mas y mejor integra las capacidades de un grupo humano alrededor de un hecho creador.
En si el concepto de Puesta en Escena puede ser percibido como un horizonte hacia el cual un proyecto se dirige permitiendo que la dirección se mueva con una algo de humildad y mucha responsabilidad para asumir de otra manera un rol creador.
¿Cuándo se produce la integración? ¿Qué variables intervienen para que integrar se viva como una elección y no como una debilidad?
En esta instancia, los aspectos más filosóficos y espirituales de lo integrador aterrizan en la técnica.
Ese puede ser nuestro espacio para la reflexión.
Superar las certezas autoritarias cambiándolos por los interrogantes autorizados. ¿Autorizadas por que y por quien?
Por la experiencia que acaba configurando un lugar decisivo del conocimiento y por el deseo de imaginar que es inherente al Arte y que posibilita la construcción de paradigmas que se obtienen cuando lo técnico es preguntar y lo artístico es el hallazgo.
Gracias a Maria Zambrano por esta sentencia final y gracias a Uds. por escucharme.

6 comentarios

  1. Un cuerpo sometido a la subjetividad del poder empieza, perdiendo su libertad, a olvidarse de lo que significa la creación. Cuerpos muertos por voluntad del régimen del consumismo, habitando realidades teatrales muertas. Y la pregunta imperante es sólo una, esa que busca la aprobación de ese poder. «¿Te he gustado?»
    Entonces construir nuevos universos se vuelve tarea imposible cuando lo que se persigue es la constatación del mundo del éxito, que si funciona, como muy bien dices, maestro, es porque es rentable.
    ¿Cómo, entonces, proteger ese pequeño reducto donde los cuerpos que persiguen valores se yerguen buscando una existencia por conquistar?¿Cómo resistir? ¿Cómo seguir persiguiendo el valor de la EXISTENCIA en detrimento de la rentabilidad?

  2. Veo este texto como un resumen de lo aprendido en las clases y a través del teatro que diriges. También de La astucia del cuerpo. No obstante, me gusta mucho cómo lo expresas esta vez. No sé exactamente si es la elección de la palabras, o la sintaxis. Pero hay algo diferente. Y, si cabe, aún más revelador. Así lo veo yo, que te veo y te leo. Este texto es la defensa firme de la coherencia, del individuo que hace Arte contra viento y marea; es, o así lo veo yo, una llamada al trabajo del actor para encontrar sus particularidades, para evitar ese sometimiento o, al menos, para que sea consciente del mismo… Y de la libertad creadora; es un rechazo a los determinismo y al director ‘chamán’. Al final es todo trabajo, trabajado con el compañero, y pregunta y técnica. Sigo viendo la urgencia en tus palabras, como en las otras entradas del blog. Una urgencia que, más allá de lo expresado, pide el rigor en el arte, y en la formación de los profesionales de la escena, una formación multidisciplinar. Y lo comparto tanto. Discurso arriesgado, pero muy necesario, en la Academia. Arriesgado porque hay muchos instalados en esa comodidad, en esa única forma de proceder, en ese no saber ni querer saber con qué negociar. Cómo integrar. Seguimos trabajando, investigando, entendiendo. Seguimos haciendo muchas cosas.

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