El Guia del Hermitage
(2007)
De Herbert Morote
Dirigido por Jorge Eines
Reparto
Pavel Filipovich Federico Luppi
Igor Manu Callau
Sonia Ana Labordeta
Equipo de gestión
Director Jesús Cimarro
Subdirectora Kathleen López
Secretaría Elena Gómez
Producción Carlos González
Distribución Jair Souza / Elena Valero
Administración Camino Martínez / José Luis Esteban
Prensa María Díaz
Cuadro artístico técnico
Diseño de escenografía y vestuario
José Luis Raymond
Diseño de iluminación Juan Gómez Cornejo
Música original Yann Díez Doizy
Diseño gráfico David Sueiro
Fotografías David Ruano
Realización escenografía Mambo Decorados
Realización de vestuario Cornejo Sastreria
Técnico de iluminación Alfredo Medina
Maquinista Joaquín Yvert
Técnico de sonido Silvia Casado
Regidor/gerente de compañía Aimee Pérez
Ayudante de producción Carlos González
Ayudante de dirección Luis D’Ors
Productor ejecutivo Jesús Cimarro
Dirección Jorge Eines
Un guía de ese museo viejo y enfermo decidió continuar las visitas guiadas y explicar cuadros que no estaba con tal pasión y destreza que los visitantes acababan por verlos, apreciarlos y comentarlos.
1 Desde la filosofía
La realidad es para los que no pueden soportar sus sueños. Pavel sueña Igor también. Sonia no lo puede evitar. Un totalitarismo lo encierra. Una guerra los persigue. En medio de la indiferencia de los dioses dispuestos a demostrar una vez mas que no existen, transcurre una obra teatral de seres humanos dispuestos a rescatar desde los sueños lo que la realidad sustrae.
Dimitri Shostakovich compuso el octavo cuarteto de cuerda cuando era un hombre destrozado. No soportó las presiones del partido comunista y aceptó ingresar en sus filas. Unos años antes, tres seres humanos encerrados en un museo convierten la presión de la realidad en un acto creador de tal magnitud como para hacer visible lo invisible. Casi en la misma época Exupery les daba la razón. “Lo esencial era invisible a los ojos”. La tarea del arte, cualquiera que sea su forma de hacerse evidente, consiste en oponer la esencia de la expresión humana a las exigencias de las ideologías.
El arte como instrumento para recuperar la imaginación como capacidad inherente a la condición humana. Eso le permite al individuo recordar su origen, su situación en el universo, es decir su destino humano.
Los tres personajes resumen la totalidad de ese viaje, porque van de la vida al arte y del arte a la vida.
Un guía de museo, un guardián de museo y una restauradora de cuadros no tienen referentes en la dramaturgia contemporánea.
Son tres buenos pretextos para encontrar un conflicto que los haga parecer endebles a los embates de la existencia mientras se va afirmando la sentencia de Federico Nieztche: lo que no los mata los hace mas fuertes.
2 Desde la psicología
Sigmund Freud. El porvenir de una ilusión.
La ilusión siempre tiene futuro porque esta sostenida por la instancia incondicional de una pulsión que es mas real que la vida misma. Los tres personajes están sostenidos por la férrea ilusión de seguir ilusionados, contra viento y marea diría el marinero que todos llevamos dentro. Contra la muerte diría Freud, haciendo de la pulsión de vida el mejor baluarte para combatir el sinsentido.
Como todos los buenos personajes estos también tienen un inconsciente tan próspero y creativo como para combatir los males de la guerra con los bienes que el deseo de vivir alimenta. Esa es la ilusión como combate eterno contra la nada. Esa no ha dejado de ser desde el origen de los tiempos la única tarea importante del hombre.
3 Desde la técnica interpretativa
Siempre habrá actores que se ocultan detrás de lo que hacen y siempre habrá actores que asuman la batalla junto a un director para ponerse en lo que hacen.
Mi opción es la segunda y de alguna manera ese paradigma que tanta huella ha dejado en el actor del siglo XX, Konstantín Serguievich Stanislavski, nos acompaña cronológicamente durante el transcurso de la obra porque cuando nuestros personajes están bregando contra la realidad que los invade el maestro ruso al mismo tiempo, está sentando las bases de una nueva manera de entender la conducta del actor en la escena.
Mundos paralelos que contra la lógica geométrica se encuentran, cuando en algún buen interrogante de algún mal ensayo, pensemos que Stanislavski y Pavel Filipovich habitaron un mismo mundo real y ahora pueden habitar un mismo mundo imaginario.
Me gusta pensar que un atajo del tiempo nos conduce a plantearnos algunas cosas que germinaron cuando los protagonistas no suponían que podrían tener un sitio en una obra de teatro.
Me apetece pensar que quizás Stanislavski lo sabía y que en algún sitio de su obra, la práctica y la teórica, se insinúa un museo donde tres personajes se juegan la vida para salvar el arte.
No hay una conducta que se deba describir antes de empezar a ensayar. Solo intuiciones que si abren bien los sentidos acaban permitiendo descubrir que lo mejor que ha pasado durante los ensayos es descubrir lo que no puede ser pensado.
Como director intento vivir cada ensayo como una pelea contra la anticipación. La mía y la de los interpretes. Mirar hacia la escena donde tiene su casa el actor y no mirar los papeles que con tanta ansiedad elaboro en mi escritorio. Creo que es la verdadera confrontación contra los excesos conceptuales que nos hacen llenar de ideas los espacios de trabajo. Buenas ideas pero malos espacios de trabajo que solo servirán si se nutren de unas realidades que no son fáciles de hacer descender a la cambiante condición de cada ensayo.
4 Desde la puesta en escena
Deseo tener un horizonte de puesta en escena para poder moverme con la mayor discreción y humildad en el marco de los ensayos.
¿Que veo en ese horizonte? Un espacio abierto que connota la ausencia de lo que constituía hace poco un sitio para ser exhibido y para exhibir.Ahora se ven las huellas de la perdida, lo que no está se hace presente dejando su testimonio a lo largo de toda la obra.
Un camastro parece sostener el paso de los años como si siempre hubiera servido de descanso a todos los guías que pasaron por el museo. Otro camastro aún mas humilde hace simétrica la pobreza. Una pequeña estufa denuncia la falta de leña mientras deja escapar sus últimos suspiros de calor.
En el suelo, como si fueran testigos de robos que ya no pueden producirse, hay lámparas de aceite que alumbran ecos perdidos. Un barril que alguna vez conservo arenques en salazón, aguanta el persistente repiqueteo de una gota. Es la humedad que nos habla de un otoño consolidado. Los marcos de cuadros que ya no orlan ninguna pintura digna de ser expuesta. Son puertas y ventanas.
Una escalera de madera descansa contra un lateral.
Restos de maderas utilizadas para embalar pueden utilizarse como sillas o pequeñas mesitas
donde se depositan los objetos que acompañan la vida cotidiana. Una densa penumbra hace mas sonoras las palabras, mas melancólicas las miradas y mas expresionistas las acciones. Un realismo mas cerca del realismo socialista que del realismo íntimo y psicologista debería convertir a las acciones en un argumento vital, sin quejas ni suspiros.
Los personajes aprendieron a sufrir y de ello han extraído un heroísmo contundente. Por eso se inventan a cada instante un poco de amor para olvidar la tragedia.
Algo de onírico los habita. Salen de algún sueño como si reminiscencias de Chagall se tratara aunque en ningún momento dejan de aterrizar en la existencia concreta de ese museo.
El equilibrio entre lo tangible de las conductas y el barniz de subjetividad que los hace pelear contra lo real convierte a los personajes en un anzuelo para la imaginación de un espectador. Inquieta lo real mientras deja el resquicio para la gran fisura: la que deja ver el espíritu del arte sin ocultar la vida.
Jorge Eines