Hay que entrar al paraíso por la puerta de emergencia. En el corte inglés las puertas de emergencia solo sirven para escapar de un incendio, para escabullirse del desastre de no poder comprar lo que tanto deseamos. A lo mejor para escaparnos de nosotros mismos y no someternos a la tonta disposición al consumo , pero son puertas de salida.
El paraíso tiene su propia puerta de emergencia pero no es fácil descubrirla. Imaginemos que tratamos de intuir por donde entramos a la búsqueda de un sentido. A una manera de entender la vida que haga del arte un portal que no es fácil de atravesar y que al mismo tiempo nos invita a un gran esfuerzo.
El primer esfuerzo es asumir la ignorancia.
El lugar que ocupa la ignorancia, tan lleno, tan repleto de ese enorme no saber que acaba ocupándolo todo. El no saber de la ignorancia obstruye y deja satisfecho al mismo tiempo, es devastador por lo que impide y deja una sensación de saciedad que en los últimos tiempos y en lo que atañe al arte del actor, el modelo televisivo se ocupa de llenar.
Quiero decir que el acceso a la técnica es una vía de acceso hacía el no saber.
Un no saber serio y exigente. Un no saber que se opone con la autoridad que da el esfuerzo a ese otro saber que pretende ocuparlo todo. Una vez más observamos que algo se ofrece ahí afuera, una vez más observamos que apagar el modelo televisivo que cada uno lleva dentro oculta el miedo a la imposibilidad de sobrevivir, el temor a ese entierro prematuro llamado fama como lo denominaba Albert Camus.
El prestigio que nos da ser observados por los demás sin que sepamos que nos están observando pero sin embargo deseándolo y midiéndolo con la autoridad de los ratings nos ofrece la dulzura de la muerte por adelantado. Nos instala en un extraño paradigma de grandeza cuyo Olimpo está habitado por aquellos que desean ser mirados.
El actor nunca debería ofrecerse como eso. Sin embargo se ofrece ¿Por qué?
La espontaneidad del reality show, la crudeza del telediario y la naturalidad de las comedias de situación se miden desde el mismo y único criterio. Es el gran saber que se ofrece desde la tecnología para que el actor desee sobre todas las cosas insertarse en él.
Una gran campaña promocional, o un aumento considerable del tamaño de los pechos o un mecanismo de seducción para comprar a un poderoso programador, todo vale en ese saber invasivo que pretende apoderarse de todo.
Se llevaron por delante a Iñaki Gabilondo que trató de decir lo que los demás no quieren escuchar. Se llevará por delante a los que nunca pudieron decir nada porque ni siquiera tuvieron la opción de pelear desde dentro contra las injusticias que programa el mercado desde fuera. Se llevaran por delante a los que trataron como mercadería de cuarta categoría en cada casting donde germinaba la ilusión de ser tratado como mercadería de primera.
Nuestro tiempo es contradictorio. La crisis española en el marco de una Europa en crisis por momentos nos hace sentir más abandonados, aun mas perdidos. Formidables especímenes para ser carnes de cañón. Actores miserables portadores de una identidad europea esperando a ser cazados uno por uno por los maravillosos portadores del poder televisivo para regalarnos al capitalismo consiguiendo que acaben por matar un arte que hoy más que nunca y quizás gracias a la crisis, tiene la opción de evitar el suicidio.

3 comentarios

  1. Afirmar algo es lo mismo que negarlo pero en sentido inverso. Es difícil escapar a estos dos extremos sin caer en el absurdo y aún más difícil navegar entre estos dos monstruos de la lógica sin incurrir en lo grotesco, que a nivel humano se traduce en «nada», pero no de aquella «Nada» de la que el Universo y el arte se nutren, la que abre paso a los movimientos creativos del Espíritu, sino aquella nada miserable que siega la vida y la convierte en escombrera de los que creen que vivir es sustituir, consumir, traficar. ¿Sobre qué tierra hemos echado a germinar nuestras semillas? la tierra es buena, el problema es que las semillas estaban caducadas, aquellos dos emblemáticos personajes del paraíso, se nos muestran como torpes y desarraigados de sus deseos, que son la causa de su » exilio forzoso», de su muerte no deseada». La palabra miedo resuena en esta tierra con más fuerza que cualquier fenómeno estruendoso que podamos imaginar, porque el miedo no tiene rostro y sin embargo los tiene todos. Con el miedo se puede reducir al ser humano a su más mínima expresión ¿sabéis cuás es? la misma que impuso ese Dios impostor , ese Dios tramposo a nuestros ancestros. Pero qué era ese «dios»? sino la máscara más atroz que el hombre haya construido jamás. Las palabras han sido corrompidas, la historia ha sido corrompida, porque no hay más historia que aquella que se escribe en el Alma grande del Universo, donde sí habita un «Dios» que tiene que ver con la compasión, el orden y la alegría. La mentira es la distorsión provocada por el miedo, y no se puede hacer nada para remediarlo, tan solo esperar a que el hombre y cada hombre en su destino , entienda donde reside el sentido de las cosas. Como dice el sublime poema de Thich Nhat Hanh, «Llamadme por mis verdaderos nombres» Os habréis fijado que forma de incurrir en el absurdo de las afirmaciones. No puedo escapar a los «monstruos de la razón» !perdonadme!

    JAVIER PANIAGUA

  2. Este domingo cobró para mí verdadero placer la ignorancia, por esa sensación de lo que aún me queda por descubrir.
    Se resume en una anécdota común, cotidiana pero mágica, al menos para mí lo fue.
    Resulta que después de muchas acotaciones y manuales de instrucciones de mi gran amiga Amelia, chef de la mejor comida casera que jamás he probado, al fin me lancé a preparar mis primeras lentejas caseras. Tras muchos titubeos y dudas con respecto a las cantidades, al tiempo exacto, a fijarme en el espesor de la mezcla conseguí preparar un digamos aceptable, incluso podría decir que buen puchero de lentejas. A cada cucharada pensaba, – coño, pues me han quedado de vicio, pero la próxima le echaré un poquito más de pimienta y menos agua para conseguirlas más espesitas, como las de mi madre, que me encantaban-. Esa reflexión me hizo sentir seguro, seguro con respecto a la próxima vez que me enfrentara a mis siguientes lentejas, ya tenía una base sólida pero quedaba mucho por probar antes de lograr esas lentejas que yo deseaba realmente.
    Llamé a mi amiga Amelia y le conté la noticia y su contestación fue – estupendo, la próxima te digo como cocinar un buen estofado-.
    De pronto me dí cuenta de lo poco que sabía de cocina casera y todo lo que me quedaba por descubrir y lejos de agobiarme , me entusiasmo, por todos los momentos que me quedaban como esa primera cucharada de mis propias lentejas.
    La ignorancia me hizo feliz, muy feliz y además como actor que deseo ser toda mi vida me viene muy bien aprender a cocinar platos como estos, porque el caviar creo se me escapará bastante siendo realista, jaja.
    Llevado a mi vida, a mis objetivos, podría decir sin abandonar la misma metáfora, que ni por mucho que me encantaran las lentejas de mi madre quiero hacerlas como las suyas, ojalá consiga algún día hacer mi propia receta de lentejas, única, sin igual, anticopia de todo. Cuando lo consiga espero poder compartirlas con todos y que os quede un buen regusto.

  3. !que gracioso Jorge!, puedo imaginarte, y te veo más como alquimista que como cocinero! jajaja, bueno la alquimia al fin y al cabo es una especie de cocina más sofisticada.Yo como lentejas con mucha frecuencia, así que con mucha frecuencia cambio los ingredientes, me encantan con calabaza, esto ayuda a conseguir este espesor tan deseado, tambien las combino con otras legunbres y hay una que además de ser una gran medicina para los riñones, es muy deliciosa, se llaman judias azuki, son unas judiitas muy pequeñas de color granate, pues las mezclo al 50 % y consigo algo diferente .Eso sí hay que dejarlas un poco más de tiempo.Necesito cuando cocino ajustar los diferentes elementos culinarios a lo que mi cuerpo me pide, osea que no tengo reparos, en hacer unas lentejas con manzanas o con ciruelas pasas, me vale cualquier cosa que mi cuerpo me pida.Ojalá consiga yo algo de esa soltura en el teatro. Yo, por si acaso sigo cocinando, un abrazo.

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